domingo, 28 de febrero de 2016

Pintores españoles en la iglesia de San Pedro de Lima



Bartolomé Román y la serie de arcángeles

 

El templo de San Pedro de Lima, cuenta con una muy importante colección de obras de arte. Retablos, pinturas y esculturas, tanto trabajadas en nuestro territorio como traídas desde la metrópoli constituyen parte del patrimonio de este monumento y una de las motivaciones del interés de la gran cantidad de visitantes que lo visitan, aunque no se preste un servicio turìstico específico. Las obras de arte son realmente numerosas. Entre las pinturas más notables se encuentra una serie de arcángeles realizada en España por el pintor Bartolomé Román de la que trataremos en este artículo.

Arcángel San Gabriel
El autor
Pintor de la escuela madrileña, del siglo de oro, contemporáneo con Diego Velázquez, nació en Montoro (Córdoba) en 1587 según algunos autores, aunque otros consignan su nacimiento en 1589.  De muy joven se mudó a Madrid, por lo que muchos autores lo consignan como un pintor madrileño, allí entró en calidad de aprendiz al taller de Vicente Carducho, quien habría sido su gran maestro. Su partida de defunción consigna que murió en Madrid en 1647. Uno de los aspectos más importantes de su biografía fue su relación estrecha con varios conventos, habiendo, él mismo,  profesado en la Tercera Orden Franciscana. De su matrimonio con María Teves tuvo un hijo: Luis Román, quien fue religioso carmelita.


Interior de la Iglesia de San Pedro
Gran pintor monástico, hay obra suya en diversos monasterios tanto en la ciudad de Madrid como en algunos de diversas ciudades. El catálogo realizado de su obra consigna alrededor de 70 lienzos firmados; el primero es un San Gil, fechado en 1616, actualmente en el depósito del Museo Nacional del Prado. Los siguientes lienzos fueron firmados después de 1628, entre ellos las series de arcángeles que se encuentran en el monasterio de la Encarnación y el de las Descalzas Reales de Madrid. De esta fecha aproximada debe ser también la serie del mismo tema que fue enviada a América, específicamente a la iglesia y monasterio de la orden jesuítica, entonces del Colegio de San Pablo (hoy San Pedro). La cual parece ser la primera que llegó a estas tierras, al parecer derivada de la serie de las Descalzas.

Las obras de Román revelan, como era de esperarse, la influencia de Carducho, pero también se nota en ellas rasgos de las escuelas veneciana y flamenca, que habrían sido adquiridos a través de sus contactos con las colecciones reales de pintura. De la escuela veneciana derivaría su concepción espacial y de la escuela flamenca, los motivos, especialmente de estampas que inspiraron las series de las Descalzas y de San Pedro.

Lienzos del Museo de Guadalajara
El tema de los arcángeles fue repetidamente abordado por el pintor, se conserva de él también series incompletas en los museos españoles de Guadalajara y Palma de Mallorca. La imporancia de la serie jesuítica radica no solo en su calidad pictórica sino en que se asume que fue una de las fuentes de la iconografía de arcángeles que luego caracterizó a la Escuela Cusqueña de Pintura.

La importancia de los arcángeles en la evangelización americana

Es importante preguntarse cuál fue el papel que jugó la devoción a los ángeles en la actividad religiosa colonial. Luego del Concilio de Trento (1545 - 1563), este culto fue limitado a tres personajes: San Miguel, San Rafael y San Gabriel, arcángeles mencionados en la Biblia. El objetivo fue impedir las consecuencias de la angelología hebrea, la cual consideraba una multiplicidad de entidades y había dado lugar, durante el Renacimiento, a la actividad errónea de una multiplicidad de visionarios, profetas y beatas

Los ánfeles de Palermos. Grabado

Aun así, tanto la orden Jesuita, como la franciscana, continuaron difundiendo el culto a un mayor número de ángeles, específicamente los referidos en el Apocalipsis Nova, un texto escrito en 1460 por el religioso franciscano Amadeo de Portugal, que identificaba a siete de ellos y que había sido, desde tiempos de los reyes católicos, asumidos como los ángeles custodios del imperio español. Carlos V continuó con esta tradición, reforzada a partir de 1516, por el descubrimiento en Palermo de una imagen con la representación de dichos ángeles, que tuvo amplia difusión tanto en Europa como en el Nuevo Mundo.



Para el momento de la decisión del Concilio de Trento, el culto a los ángeles constituía ya el símbolo de la Contrarreforma, tanto en España como en sus dominios americanos sostenido, en esta última región, principalmente por la orden jesuita. La labor de San Ignacio y sus seguidores en la defensa del catolicismo fue identificada con la de los ángeles que “incineraban el vicio en el mundo con el fuego del amor divino”, convirtiéndolos en los combatientes protectores especiales del cielo, por lo respaldar su actividad requería de la difusión del culto angélico. Esto explica la importancia de la serie encargada a Bartolomé Román.

Arcángel San Miguel
La serie de San Pedro
La serie de la iglesia de San Pedro de Lima está constituida por siete lienzos. La imagen de los arcángeles en ella es de una apariencia bastante andrógina, sus posturas son dinámicas favorecidas por sus vestimentas sueltas al viento. Llevan doble túnica: una interior de tela sedosa de color blanco y una exterior de color oscuro, de apariencia más pesada, en algunos casos labrada y con bordes orlados en dorado. Ambas se relacionan con la vestimenta de la Roma imperial pero poseen vuelos mucho más amplios. Todos tienen grandes alas desplegadas, y el cabello largo suelto, adornado con coronas de flores.

Arcángel San Gabriel
Las túnicas van sujetas a la cintura con largos cintos de tela, anudados con grandes moños y levantados al aire por accion del viento. Las túnicas interiores cubren hasta la media pierna dejando ver el resto de la misma y los pies calzados con campagis romanos -especies de sandalias altas que usaban los soldados imperiales-.

Están pintados en espacios abiertos sobre cielos nublados, bajo los cuales hay paisajes bajos con elementos como montes,edificaciones y vegetación de poca altura.

Cada arcángel es identificado con su significado y es reconocible por el atributo que porta siendo estos:

San Rafael arcángel
- San Gabriel (Fortaleza de Dios), flor blanca, símbolo de pureza y vela encendida.
- San Miguel (Quien como Dios), palma que simboliza la derrota del mal y la muerte; el demonio a sus pies y su lema sicut deus.
- San Rafael (Medicina de Dios), con un pescado en la mano izquierda, con cuya hiel  habría curado la ceguera de Tobías.
- San Barachiel (Bendición de Dios) con flores en la túnica y ramo de flores en la mano derecha, símbolo de las bendiciones divinas que derrama.
- San Jerudiel (Confesión o alabanza de Dios) con corona de flores en la mano derecha y azote en la otra, símbolos de premio y castigo, respectivamente..
- San Sealthiel (Oración de Dios), portando un inciensario.
- El ángel de la guarda protegiendo un niño bajo la mano izquierda.

Ángel de la Guarda
El lienzo con la representación del arcángel Uriel se ha perdido, aunque sí aparece en las series españolas. Las imágenes son, en general, de gran delicadeza y sus colores bastante sutiles. Están ubicados en los pilares que dan al crucero y en algunos de los del presbiterio. Son obras notables que no deberían pasar desapercibidos en los recorridos que se lleven a cabo por el importante repositorio patrimonial que el la iglesia de San Pedro de Lima.

San Jerudiel                          San Barachiel                        San Sealthiel
Textos: Carlos Cosme

Bibliografía:

Mujica Pinilla, Ramón (1996). “Origen y significado de los siete ángeles en San Pedro de Lima”. En: …redescubramos Lima, Iglesia de San Pedro. Banco de Crédito, Lima.


 


viernes, 15 de enero de 2016

La iglesia y monasterio de Santa Clara de Ayacucho

Vista general de la ciudad de Ayacucho
Del mismo modo que las personas, las ciudades van perfilando su personalidad sobre la base de sus dinámicas sociales. Así, por su tradición de religiosidad, la ciudad de Ayacucho –capital de la región del mismo nombre– se ha configurado como la ciudad de las 33 iglesias. Ningún autor ha verificado dicho número de templos coloniales, pero, de hecho, la cantidad de edificios religiosos resulta notable en relación con la población de la ciudad; la cual, a pesar de poseer un nombre oficial, es llamada por sus habitantes por su denominación colonial: Huamanga.

Fachada principal
La ciudad fue fundada el 29 de enero de 1539, pero hubo de ser trasladada a su actual ubicación el 25 de abril de 1540. Desde el inicio fue sede de una población de encomenderos quienes en muy poco tiempo, a partir de un conjunto de actividades económicas, como la minería y la producción manufacturera, acumularon muy grandes fortunas. Uno de ellos: el corregidor Antonio de Oré, mandó construir, de su propio peculio y haciendo uso de la mano de obra indígena, el monasterio y la iglesia de Santa Clara de Asìs, para monjas de clausura de la orden franciscana. La finalidad era que en él profesaran sus hijas, decididas a asumir una vida de contemplación. Dice la tradición que los fondos provinieron de una mina de plata llamada Chumbilla, de rica producción, la cual se habría extinguido luego de proveer los fondos necesarios para la construcción. El fundador consiguió los permisos necesarios para la apertura del monasterio habiendose hecho realidad el 6 de mayo de 1568.

Coros alto y bajo, cerrados
Fachada lateral con frente a
la plaza de Santa Clara (1)
La estructura original del templo es gótico isabelina, es decir de una sola nave angosta y alargada*, con la particularidad de no poseer entrada por el frente, al estar este ocupado en el primer y el segundo nivel por coros cerrados desde donde las religiosas podían oír misa sin ser vistas. La entrada de los fieles se realiza por la portada lateral la cual daba frente a una plaza llamada de Santa Clara.

La iglesia fue construida de piedra y cal. Está orientada de norte a sur, mide 35.64 m. de longitud y 8.25 de ancho. Su atrio es muy angosto y alargado, parte del cual ha sido convertido en jardín.

Planta de la iglesia (2)
Posee una torre única, singular en su forma pues es de dos cuerpos de campanas, colocados sobre una voluminosa base llana, separados por cornisas muy resaltadas, tanto la que remata la base como la que separa los cuerpos, remata en un cupulín con linterna rodeado de cuatro pináculos.  

El tratamiento formal de los exteriores es sencillo, como en la mayoría de los templos ayacuchanos. En la fachada lateral, sobresalen los volúmenes de la torre y la capilla del Nazareno, pero el plano también es roto por voluminosos contrafuertes; en este frente también hay dos puertas de las cuáles solo se abre la del atrio. Está enmarcada por una portada estructurada por dos columnas estriadas entre las cuales se ubica la puerta en arco de medio punto sobre la que se ubica un entablamento con rosetones y un corto frontón curvo, flanqueado por escudos.
 
El techo es a dos aguas, con recubrimiento exterior de tejas; la estructura del sector de la nave es de par y nudillo**, trabajada en madera, maguey y carrizo que por su acabado, algo rústico, se halla recubierto interiormente con estera enlucida y coloreada.

Vista interior del templo y sus techos


Techo del presbiterio
La nave está separada del presbiterio por un arco triunfal rebajado. Este último sector, dada su importancia, se eleva por sobre el nivel de la nave y posee un techo de lacería de terminación poligonal; un sistema constructivo muy complejo de origen árabe labrado en madera con piezas que dan la impresión de estar entretejidas. El acabado se ha completado con artesones esmaltados para cubrir los espacios que quedaban entre los lazos de madera. Este techo es de las primeras obras originales del arte mudéjar en nuestro territorio, construido en el S. XVI, contemporáneamente a los techos franciscanos de Quito. Solo está registrada una intervención importante de reparación en 1941.

Detalle de la lacería mudéjar
Capilla del Nazareno
Posee cinco capillas laterales, una sola de las cuales está ubicada en un recinto especial, la del Jesús Nazareno, patrón de la ciudad, abierta, sin cancel que la aísle de la nave. Su retablo es de dos cuerpos y tres calles, en su hornacina principal se encuentra la talla del Nazareno, flanqueado por una dolorosa y un San Juan Evangelista; el segundo cuerpo tiene tres pinturas una coronación de la virgen, en el centro y dos evangelistas en los laterales. Todo es de un fino labrado barroco con columnas de formas variadas siendo salomónicas las centrales. Frente a esta capilla se encuentra una tribuna en forma de balcón cerrado, también para permitir la presencia de las monjas cuando se decía misa en ella.

Retablo mayor
El retablo mayor es relativamente pequeño, de dos cuerpos y tres calles, con la particularidad que en la calle central la hornacina, colocada sobre el tabernáculo, rompe la cornisa que separa los cuerpos e invade el superior. Este recurso fue muy usado en la retablería de la zona y permite acentuar la verticalidad del conjunto produciendo una sensación de mayor altura. La variedad de columnas también es notable, aunque las principales son corintias, amelcochadas en su tercio inferior y estriadas en los dos superiores. En esta hornacina se halla una Inmaculada Concepción, patrona de la orden franciscana. A los lados del tabernáculo Santa Clara y San Francisco de Asís. Es una importante pieza del barroco de Ayacucho, con abundancia de figuras antropomorfas y presencia de espejos.

La sencilla arquitectura de esta iglesia, se enriquece con retablos, pinturas y tallas, haciendo de este conjunto una muestra importante de nuestro patrimonio cultural y una estación imperdible en la visita a la ciudad de Ayacucho.

Textos y fotos: Carlos Cosme

(1) Tomado de:  MARIÁTEGUI OLIVA, Ricardo (1974). Santa Clara de Ayacucho: Plateresco y mudejarismo de los siglos XVI y XVII en el Perú. s/e, Lima.
(2) Plano proporcionado por la Municipalidad de Ayacucho.

Bibliografía:
MEDINA, Pío Max. (1942). Monumentos coloniales de Huamanga (Ayacucho). Imprenta La Miniatura. Ayacucho.