domingo, 29 de noviembre de 2015

El Claustro del Convento Mercedario del Cusco

El claustro, aquel patio rodeado de galerías, es uno de los elementos característicos de la arquitectura colonial. Todas las actividades importantes de los conventos y monasterios se ubicaban alrededor de ellos, eso los convertía en espacios de jerarquía en la vida religiosa. La evidencia de esta importancia puede observarse en el cuidado que los religiosos ponían en su edificación y ornamentación, de manera de habernos legado, en su ejecución, algunos de los más bellos ejemplos de arquitectura sacra. De todos los existentes en nuestro territorio es, probablemente, el claustro principal del Convento de la Merced del Cusco uno de los más destacados.

Conjunto de La Merced
Ubicados en pleno centro de la ciudad, con frente a la calle Mantas; la iglesia y el convento de la Merced conforman uno de los complejos pétreos más destacados del barroco en el Cusco.

El lugar en que se fundó el complejo había pertenecido a una Coya considerada como una huaca, por lo que ya tenía una connotación sagrada. Su construcción, como la de la mayoría de edificios cusqueños se inició en 1535, pero los sucesivos terremotos, especialmente el de 1650, dañaron irremediablemente tanto la iglesia como los claustros del convento, aunque en la reconstrucción se respetó la disposición de los diversos elementos en el terreno.

En los sucesivos procesos de construcción y reconstrucción participaron un conjunto de maestros de cantería y carpintería que laboraban en la región. Desde 1637 son citados, en contratos de construcción, los maestros Miguel Mejía y Juan Muñoz. Un dato a ser tomado en cuenta es que Mejía, a pesar de estar obligado a enseñar a indios y negros el arte de picar piedra, en algunos contratos es llamado tanto maestro carpintero como maestro alarife, lo cual es un indicio de la afinidad que había entre ambos oficios.

Ingreso al claustro
Luego del terremoto, la obra fue continuada por el maestro Martín de Torres quien, según algunos contratos, ya había sido llamado en 1631 para la elaboración del artesonado del primer piso; por lo cual algunos autores le han atribuido la paternidad de la portada lateral e incluso la del primer claustro. Por alguna razón no descubierta dicho contrato no se cumplió, quedando la obra en manos del arquitecto Sebastián Martínez, a quien también se le hicieron algunos encargos de carpintería. Martínez debió haber iniciado las obras del claustro, pero estas no fueron terminadas sino hasta 1676 (1), por lo que finalmente habrían sido realizadas por su hijo: Diego Martínez de Oviedo. Esta autoría está respaldada por diversos contratos, lo mismo que por documentos de rentas y censos.

La contemplación del edificio desde el patio interior puede traducirse en una experiencia estética de primer orden. El claustro, de dos niveles, está constituido por sendas arquerías de piedra labrada, de arcos de medio punto sostenidos por pilares de sección rectangular.
Vista general del claustro
Esa estructura podría, en principio, haber resultado densa y pesada si tenemos en consideración que el área del patio es relativamente pequeña, pero la percepción del espacio fue modificada por la presencia de columnas adosadas a los pilares. El arquitecto debió haber previsto el posible efecto de densidad y pesadez, no correspondientes a las intenciones del barroco del S. XVII, por lo cual incorporó un conjunto de elementos y efectos visuales que aliviaran el volumen y enriquecieran el espacio, pretendió “ocultar” los pilares con unas esbeltas columnas de orden compuesto, haciendo que la visión se concentrara en ellas. Para eso era necesario dotarlas de una imagen que concitara la atención del observador, allí se hace efectiva y evidente la convergencia de la cantería y la carpintería, pues el labrado de la piedra se hizo integrando los modelos usados en la elaboración de retablos de madera.

Columna labrada del primer nivel
Capiteles compuestos
Las columnas del primer nivel fueron labradas, en toda su superficie, con dos tipos distintos de escamado, en el primer tercio uno bastante denso y para los dos tercios superiores otro, organizado longitudinalmente en bandas verticales. Ambos sectores están separados por un astrágalo sobre el que se ubica una corona de hojas de acanto. Todas las columnas son de orden compuesto, con capiteles de canastilla de hojas de acanto rematados en volutas jónicas.

Pilar labrado
Los pilares de piedra, verdaderos soportes de la arquería, se labraron en sus cuatro caras, de modo de dar la sensación de almohadillado barroco con mampuestos separados por bruñas muy profundas. Este labrado se prolonga también en el intradós de los arcos y sobre los altos basamentos sobre los que descansan las columnas.

Sobre el conjunto de la arquería corre un entablamento, adornado en su friso por sencillos paneles rectangulares de piedra y quebrado encima de cada columna por un can que sobresaliente.

Una ornamentada cornisa de gran vuelo corre sobre el friso, apoyada en canecillos, ese es el elemento que separa los dos niveles. En el conjunto prácticamente no queda un espacio vacío, pues incluso en las enjutas de los arcos fueron labradas flores.

Galería del segundo nivel
Modillones sobre columnas
Las galerías del segundo nivel carecen de pretiles, de balaustradas o antepechos que cumplieran el rol de barandas. Este nivel revela su mayor vocación ornamental pues los pilares están adornados, en sus paredes interiores, por pares de columnas embutidas en su superficie, sobre las que descansan modillones que reciben los arcos, las columnas exteriores de este nivel también están labradas, con helicoides en su primer tercio e igualmente con acanaladuras a partir de segundo en dos tramos de distinta secuencia.

El sólido y voluminoso sistema estructural resulta entonces aligerado por la riqueza de los relieves de las columnas que discurren delante de él, pasando, visualmente, a cumplir el papel de su simple enmarcamiento. Un recurso que revela la intencionalidad barroca del manejo de la imagen arquitectónica.
Todo el sistema es remarcado por el intenso asoleamiento que caracteriza a la capital cusqueña, el que contribuye a acentuar el efecto de relieve que se genera por el juego que produce, al caerle el sol, el contraste entre las zonas en luz y las zonas en sombra; ello incrementa la sensación de riqueza ornamental y dinamismo, tan característicos de la arquitectura barroca. 
Galería del primer nivel

Tres galerías del primer nivel están techadas con viguerías de madera y la cuarta con bóvedas de crucería. Las del segundo nivel tienen techos artesonados decorados con elementos dorados.
La imagen de las galerías del primer nivel se complementa con las pinturas colocadas en su parte alta con la representación de escenas de la vida de San Pedro Nolasco, fundador de la orden mercedaria, pintadas en el Cusco por Ignacio Chacón. Asimismo los ingresos a las algunas habitaciones están enmarcados por portadas labradas en piedra, como el caso de la sala capitular. 

Galería abovedada
Entre las habitaciones que rodean el claustro destaca la sala capitular, ricamente ornamentada y la celda de padre Salamanca, compuesta de dos habitaciones debajo de una de las escaleras, ricamente ornamentada con murales. En otros recintos del primer nivel puede apreciarse un conjunto de objetos litúrgicos y obras de arte, entre las que se encuentra la famosa custodia de oro, joya de la orfebrería colonial de más de veintidós kilos de oro, mil quinientas piedras preciosas y seiscientas perlas. 


En el segundo nivel se ha montado un museo con obras de pintura y escultura entre las que destacan lienzos de Bernardo Bitti, el primero y más importante de los pintores italianos que realizaron labor en nuestro territorio lo mismo que diversas pinturas de la escuela cusqueña.

Un gran número de joyas en piedra, lienzo o metales preciosos sólo conjugables en una ciudad mágica: el Cusco.

Textos y fotos del autor

Bibliografía:

VIÑUALES Graciela (2007). Integración entre Arquitectura y Retablística en el Conjunto Mercedario del Cusco,
Ponencia del: IV Congresso Internacional do Barroco Íbero-americano. Ouro Preto, Brasil; Año.
Publicado por: Centro de Documentación de Arquitectura Latinoamericana. Consultado en: www.upo.es/depa/webdhuma/areas/arte/4cb/pdf/Graciela%20Maria.pdf

domingo, 22 de noviembre de 2015

Cusco: La riqueza estilística de la ruta sur

La ocupación española trajo consigo la reorganización integral del territorio de los Andes Centrales y el replanteamiento de sus dinámicas. Así, fueron priorizadas las regiones con potencial minero y las costeñas que permitían la comunicación con la metrópoli. El control del territorio fue hecho efectivo a partir de la fundación de ciudades y de reducciones. Las ciudades eran centros políticos, administrativos, militares y religiosos en las que se concentraba, sobre todo, la población española, criolla y mestiza; mientras que las reducciones eran centros poblados, usualmente de pequeñas dimensiones, en los que se concentraba la población indígena que previamente vivía dispersa en las zonas rurales, de esa manera podían ser controladas política y económicamente, además de ser incorporadas a las dinámicas sociales impuestas por la dominación española. 

La política de reducciones empezó tempranamente en el virreinato, pero adquirió su verdadero impulso con la llegada del virrey Don Francisco de Toledo. Este virrey, quien recorrió gran parte del territorio, estuvo en la región del Cusco alrededor de 1570; allí ordenó la reducción de numerosos poblados andinos y la fundación de pueblos de indios en el recorrido hacia el Collao. En los dos años siguientes habían sido fundados, entre otros, los pueblos de San Jerónimo, Oropesa, Urcos, Huasac, Cay-Cay, Andahuaylillas, Huaro, Tinta, Checacupe y Tungasuca. Dado que una de las razones principales de la política de reducciones era el impulso de la evangelización, en todos esos pueblos fueron construidas capillas doctrinales, según modelos homogéneos preestablecidos. El proceso de configuración de estas iglesias fue complejo y dilatado. A su original estructura arquitectónica fueron luego agregados diversos elementos tanto funcionales como ornamentales: retablos, series de cuadros, muebles, tallas e imágenes de diversa índole. Dichos elementos correspondieron, en su estilo, a los tiempos específicos en que fueron elaborados.

Planta
gótico isabelina
La estructura básica de esos templos era la de un espacio de planta rectangular de una sola nave alargada, construida en adobe o, en un menor número de casos, en piedra; con muros continuos y macizos, con pocas aberturas. El espacio interior estaba dividido en tres sectores: el espacio del ingreso: el sotocoro, era de menor altura por encontrarse debajo del coro. La nave era el espacio siguiente y estaba, a la vez que el coro, techada con estructuras de madera, en la mayoría de los casos, de par y nudillo: estructura conformada por una secuencia de pares de vigas inclinadas unidas en ángulo obtuso y estabilizadas por una tercera a modo de tensor, denominado nudillo. En un nivel más alto que los espacios anteriores se ubicaba el presbiterio, el espacio más importante del templo por ser el lugar donde se celebran las diversas ceremonias religiosas, especialmente la consagración durante la misa; este último era usualmente techado por una estructura de madera más fina y vistosa con técnica de lacería.


Tanto la técnica como las características formales de las techumbres eran de origen mudéjar que, en este caso, cubrían espacios de inspiración gótico isabelina. Estas características fueron difundidas a todo lo largo de nuestro territorio durante el siglo XVI e inicios del XVII, incluso en el caso de las grandes iglesias conventuales de las ciudades

Estructura de par y nudillo (1)
El paso del tiempo, los sismos, pero sobre todo la incursión de nuevos modelos propios del S. XVII, motivaron la destrucción de muchas de estas edificaciones para construir según el nuevo tipo de planta en cruz latina que se ampliaba algunas veces a tres naves. Esa variación de modelo tuvo lugar sobre todo en las ciudades, manteniéndose el patrón gótico isabelino en las zonas rurales, especialmente en las reducciones.


Los elementos que configuraron la imagen y estructura de esos templos fueron incorporándose en períodos largos, en los que además, muchos de ellos fueron renovados por ser parte de su mobiliario en correspondencia con la estética de su momento por lo que en casi todos los casos los rasgos estilísticos de las iglesias resultan muy variados. Así, es común que el esquema gótico isabelino techado con estructuras mudéjares fuese complementado con portadas renacentistas; pintura, sobre todo mural, de caracteres manieristas; además con una retablería y un mobiliario barrocos. Más tarde se incorporó, sin alterar la coherencia del lugar, elementos de influencia rococó o neoclásica. Esto nos lleva a la afirmación que el análisis artístico de esas edificaciones no debe tener como eje la estilística, aunque alguno de los estilos sea predominante o quizá más notorio por sus propias características formales.

Recientemente se ha incorporado a la difusión de los circuitos turísticos de la región del Cusco el llamado «circuito barroco», es evidentemente una propuesta publicitaria totalmente válida que expresa las buenas relaciones que pueden establecerse entre el turismo y el patrimonio artístico; que además puede contribuir, de manera importante, a su conservación y sostenibilidad. Pero ante la denominación del circuito expresamos nuestra inquietud: Será válido resaltar solamente el barroco en una zona cuya riqueza artística proviene justamente de su diversidad y su creatividad frente a los patrones culturales y artísticos llegados de la península. ¿No estamos uniformando y constriñendo las expresiones artísticas de los variados periodos que se puede encontrar en nuestro territorio? Creemos que; como ocurre en otros ámbitos de la identidad nacional: la cultura, la música e incluso la gastronomía; la diversidad de elementos componentes es su mayor riqueza y es esa diversidad la que debe ser reconocida y enunciada. Mucha de la producción artística de las diversas regiones de nuestro país proviene del S. XVI o de inicios del XVII; cuando aún el barroco no se hacía presente en la producción artística hispanoamericana; sobre todo en la zona en mención. Habría que promover campañas publicitarias novedosas que permitan resaltar la riqueza de la diversidad estilística y cultural de nuestra producción artística.

Respecto al circuito en cuestión, estamos hablando de la ruta que comunica los departamentos de Cusco y Puno, a lo largo del cual se halla un conjunto de pueblos pequeños. Todos ellos cuentan con iglesias que corresponden al patrón ya mencionado. De ellos el pueblo de Andahuaylillas está incorporado desde hace algunos años a los circuitos turísticos y atrae a una buena cantidad de visitantes anualmente. Por esa razón ha tenido varios procesos de mantenimiento y últimamente ha sido integralmente restaurada. También lo ha sido la iglesia de Huaro y sus murales; ambas son parte de lo que se ha denominado la «Ruta del barroco andino», pero el patrimonio de la zona es mucho mayor. En esta oportunidad haremos referencia a algunas de ellas. Las referidas serán las iglesias de Andahuaylillas, Huaro, Canincunca y Checacupe.

Andahuaylillas
Iglesia de Andahuaylillas

La iglesia de San Pedro de Andahuaylillas está ubicada en el pueblo del mismo nombre aproximadamente a unos 45 km. de la ciudad del Cusco. Se presume que este lugar había sido un asentamiento inca, lo que sí es cierto es que es una zona muy fértil, lo que explicaría la bonanza que habría permitido la construcción de arquitectura de envergadura en los inicios de su asentamiento. El poblado data de los últimos años del S. XVI y la iglesia de los primeros del S. XVII; no se conoce la fecha exacta, pero algunos de los hermosos murales que la ornamentan están fechados en 1620, promovidos por el religioso Juan Pérez Bocanegra.

Techumbre del presbiterio
de Andahuaylillas
El esquema arquitectónico de este templo es exactamente el que ya hemos descrito: planta única alargada de origen gótico isabelino, portada de origen renacentista y pintura mural de clara influencia manierista. Pero el elemento, tanto de función estructural como ornamental, más importante es la techumbre, con dos sectores claramente diferenciados. El mejor acabado es el que techa el presbiterio: una lacería de madera tallada con florones, pinjantes, piñas y artesones; pintada con colores azules, verdes, rojos; que remata en forma poligonal. La nave y el coro están techados con una estructura de par y nudillo decorado con motivos de tradición mudéjar. La retablería y los marcos de los cuadros son algunas de las muestras más notables de labrado barroco. La visión de la techumbre en general y de la carpintería barroca gobierna la imagen del interior del templo.

Huaro
Fachada de la iglesia de Huaro
El pueblo de Huaro se halla a cuatro kilómetros al sur de Andahuaylillas. Su templo está dedicado a San Juan Bautista y su construcción data probablemente de finales del S. XVI. Posee el mismo esquema arquitectónico de las demás de su región, aunque su fachada es más sencilla: una portada de un solo cuerpo con elementos manieristas, flanqueada por una capilla interna y por la base de una espadaña que cumple la función de campanario. Su sencillo interior tiene varios elementos notables. Por un lado, la techumbre, que sobre el presbiterio es de madera tallada, con elementos que simulan artesones, pintados con motivos mudéjares y sobre la nave, es de un par y nudillo trabajado con rollizos de madera y pintado con motivos fitomorfos. Los elementos más destacados son sus murales, pintados  por Tadeo Escalante hacia fines del S. XVIII e inicios del S. XIX, con motivos tanto rococó como neoclásicos. Dadas las características de los templos de la zona, lo más probable es que los murales actuales cubran algunas capas anteriores dañadas.


Mural del Triundo de la Muerte
Los temas de la pintura aluden al fin de los tiempos, reflexionan sobra la vida, la muerte y el peligro del infierno, por lo que inducían a quienes la observaban a llevar su vida de acuerdo al mandato del catolicismo. Están cubiertos tanto los muros, como la arquería del ingreso, que soporta el coro y el propio arco triunfal. Estos murales son probablemente algunos de los más destacados de la pintura de la región. 


Canincunca
Iglesia de Canincunca

A poca distancia de Huaro y antes del de Urcos se encuentra la iglesia de Nuestra Señora de la Candelaria de Canincunca. Su localización, al borde de la carretera, fuera del poblado hace suponer que en sus inmediaciones se reunía la población en épocas de festividades o de ferias. Podría pensarse también que el lugar correspondería a algún asentamiento prehispánico, cuya localización habría dado lugar a la existencia de un cementerio en ladera que se habría querido sacralizar con la construcción de dicho templo. Es de tamaño muy pequeño y de características muy sencillas en su exterior. Su fachada tiene un sector central con portada de piedra en arco de medio punto bajo un balcón abierto, flanqueado por un par de torres de campanario de base cuadrangular. Su interior es de una sola nave en el que no se diferencian espacialmente la nave del presbiterio.


Sector central del techo
Toda su techumbre es de par y nudillo, cubierta en su zona central por una tapa pintada con motivos de diversas influencias tanto renacentistas como manieristas y mudéjares; mientras que las zonas laterales de la techumbre, estructuradas con rollizos inclinados, están pintadas con motivos mudéjares de rombos y flores geometrizadas. Los muros de toda la iglesia están pintados imitando telas de Damasco.

El retablo mayor, de clara influencia barroca, contiene un conjunto de pinturas de influencia manierista, lo cual nos sugiere que podían haber sido realizadas en la primera mitad del S. XVII.

Checacupe
Iglesia de Checacupe
En la continuación de la carretera hacia Sicuani, límite entre los departamentos del Cusco y Puno, se encuentra el pueblo de Checacupe su iglesia parroquial es de las mejores muestras de arquitectura provincial en el Cusco, siguiendo el patrón gótico isabelino, está complementada por un conjunto de elementos artísticos de gran riqueza. El templo se halla ubicado longitudinalmente paralelo a la plaza, por lo que su portada lateral resulta de mayor importancia que la principal, ambas tienen caracteres renacentistas pero la lateral posee dos cuerpos, uno bajo donde se ubica la puerta entre dos juegos de columnas pareadas y uno alto con tres hornacinas en arco de medio punto, pintadas en su interior.

Presbiterio de Checacupe
La nave única, lo mismo que el coro, está techada con un par y nudillo de rollizos que han perdido su pintura y hoy lucen en blanco, pero el techo del presbiterio es un armazón de madera de tres paños cuyos lados laterales inclinados están divididos en dos sectores rectangulares pintados, el superior con cartelas y roleos de inspiración manierista y el inferior con imágenes de los apóstoles. Su sector central, plano, alterna diseños de grutescos renacentistas con geometrías mudéjares. En el remate poligonal hay pintada una anunciación de clara influencia manierista. En los muros de la nave se puede apreciar, en dos niveles, serie de cuadros de la escuela cusqueña con marcos barrocos de madera tallada. Tanto el retablo mayor como los laterales son de estilo barroco, cubiertos con pan de oro. El comulgatorio, a diferencia de la mayoría de los de la zona -que son solamente una barandilla de pequeños balaustres-, exhibe un tallado con imágenes de los apóstoles. Los muros de varias zonas están cubiertos de pintura mural que no se ha conservado en el arco triunfal ni en la nave. Esta iglesia es, probablemente, la más vistosa de las del circuito mencionado por la conjunción de elementos artísticos que posee.

Del mismo modo que hemos reseñado, aunque brevemente, este circuito; podríamos haberlo hecho con muchos otros en nuestro territorio. Este, como los demás, es la demostración de que el valor y la riqueza del patrimonio tienen su mejor expresión en la diversidad de sus elementos e influencias estilísticas. Reducir esta diversidad es renunciar a su mayor virtud. Solo su profundo conocimiento permitirán su valoración y por lo tanto su conservación. Son un espejo de todas las sangres que han determinado la cultura y la identidad de nuestro país.

Textos e imágenes del autor
(1) Ilustración tomada de: http://enrique.nuere.es/blog/?p=572